Lo que te detiene… es lo que te une.

Lo que te detiene… es lo que te une.


- Los Humildes

Una picadura de alacrán cambió el rumbo de un viaje. Pero también nos recordó por qué rodamos juntos.

  • Ruta: Aguascalientes → Mazamitla → Boca de Iguanas

    Richie es uno de los más jóvenes de “Los Humildes”. Maneja una Himalayan 450, tiene espíritu tranquilo y cara de no romper un plato… pero siempre está ahí, firme, cuando toca rodar. Esa vez salimos varios riders desde Aguascalientes. El plan: cruzar montañas, selva y playa hasta llegar a Mismaloya. Una de esas rodadas largas donde el alma se sacude.

    El destino de esa noche era Boca de Iguanas, una playa escondida en la costa de Jalisco. Llegamos al atardecer, armamos el camping, sonaban las risas, las anécdotas y las cervezas frías. Era uno de esos momentos que parecen sacados de comercial de libertad.

    Hasta que llegó la noche.

  • 12:00am

    • Un encargado de la playa nos despierta. “Uno de sus amigos se siente muy mal”, dijo. En segundos, todo se volvió confuso. Richie no podía respirar, apenas podía hablar. Hinchado, pálido, sin entender qué pasaba. El diagnóstico vino de forma casi intuitiva: picadura de alacrán. Y no uno cualquiera, sino de esos que te apagan el cuerpo por dentro si no actúas rápido.

      Paco, rider y enfermero de la comunidad, fue el primero en atenderlo. El problema: estábamos lejos de todo. Sin antídoto, sin clínicas cercanas, sin señal constante.

      Se llamó al 911, pero la ambulancia se tardaba. Arturo y Leslye tomaron la decisión: lo llevamos al hospital, cueste lo que cueste. Justo cuando arrancaban en la camioneta de Picazo, uno de los riders que por suerte se fue en camioneta para ayudarnos con equipo y herramienta, en eso, llegó la ambulancia. Solo que… no traía antídoto. Ni siquiera personal médico. Solo dos voluntarios del pueblo con más corazón que recursos.

      Así empezó una carrera nocturna por las curvas de la sierra. Ambulancia adelante. Camioneta atrás. Y Richie al borde de perder la conciencia.

  • 1:00am
    • Primer hospital: cerrado, resulta que solo era una clinica fuera de horario. 

      Segundo: finalmente, abierto.

      Le aplican un antídoto. Nada. Otro. Nada. Richie dice que no podía tragar saliva, que sentía cómo su cuerpo se rendía, salibaba como si se hubiera vaciado una botella de agua encima, Hasta el séptimo antídoto, a las 6am, casi con los primeros rayos del sol, comenzó a estabilizarse.

      “Pensé que de ahí no salía”, diría Richie después.
      “Pero lo que más me marcó fue que no me dejaron solo ni un minuto”.

       Comunidad: no tiene reglas, pero tiene lealtad


  • 7:00am.

Mientras Richie vivía su lucha, en el campamento la noticia corrió rapido. Nadie durmió tranquilo. Cuando por fin regresaron, todos lo recibieron con abrazos y risas nerviosas. Porque si salimos todos, regresamos todos. Así funciona entre riders.

Richie no podía manejar su moto. Pero como si todo se hubiera acomodado, Toral, otro rider, había dejado su moto en Autlán por unos rines reventados tras un bache brutal. Y como él viajaba en la camioneta, su lugar como piloto quedó libre para Richie.

No era el viaje que imaginamos.

Lecciones del camino

La picadura fue un recordatorio de que rodar no es solo gasolina y viento en la cara. También es responsabilidad. Desde entonces, el botiquín se volvió parte esencial de nuestro equipo. Porque no sabes si será un alacrán, una caída o una tontería la que ponga a prueba al grupo.

Y también nos recordó algo más importante:
No somos un club.
No tenemos jerarquías.
No usamos parches.
Pero somos una comunidad real.

Una que se apoya, y regresa junta.